Los rituales no solo reproducen las relaciones sociales (las posiciones) o la autoridad política misma; sino que transmiten el ‘poder espiritual’, de los ancestros, los achachilas, a los ocupantes actuales de los cargos de autoridad. Los ungen y garantizan la cohesión de la comunidad.
Entonces, ¿puede ser sagrado el poder? Si es que entendemos el poder como dominación —la voluntad de uno o pocos que impone obediencia a otros—, ciertamente no puede serlo, pues se estaría consagrando un orden injusto. Pero, si es comunal, es decir si es un servicio, una conducción exigida por la voluntad de todos —el jiwasa—, entonces el ejercicio responsable del mando es sagrado.
Hasta hace un tiempo, antes del actual proceso de alejamiento entre gestión y espiritualidad —una desunión en el seno de la autoridad—, en la comunidad Sullka Titi Titiri, la noche del 15 de enero las nuevas autoridades, después de ofrendas y sacrificio de dos llamas, eran investidos por los espíritus y poder los wak’a achachilas: Turiturini y T’ukuri; otorgando así a los nuevos p’iqis la legitimidad para gobernar acertadamente la comunidad y protegerla de posibles trastornos (Astvaldsson, 2000).
TURITURINI ACHACHILA
El Apu de Sullka Titi Titiri es el Turiturini achachila, el wak’a con más poder para el gobierno del ayllu. Es un monolito, una cabeza pequeña, con su rostro tallado, en una piedra muy dura —el samanchu, de color amarillento—, con cabellos en espiral y en la nuca también espiral.
El yatiri, Maestro Juan —que es su guardián los últimos 24 años—, recuerda que el achachila de joven se llamaba Pedro y era un lisu <juguetón, bandido>. Vivía en la cordillera por el río Negro Ramos y molestaba mucho a las jóvenes del lugar. En uno de esos días vino la granizada y le bajó la cabeza. Dicen que en una laguna está todavía su cuerpo pequeño, con su guitarra. No obstante, su cabeza fue encontrado por un abuelo Pairumani, en la pampa, en Qhurawi, donde ahora es la marka y la escuela.
Después lo han ubicado en su palacio, donde hay restos de tierra como dos torres sobre la quebrada del río Llink’i Titiri —de ahí su nombre como Turiturini—; donde, en los momentos de ch’alla <libación>, se lo trae junto a otro wak’a, el T’ukuri <el que desmaya>, una piedra en forma cónica, más grande, que está relacionado con la guerra y conflictos intercomunales. Su guardián tiene el temeroso recuerdo de que los anteriores ‘prestes’ han fallecido jóvenes, por lo que siempre le ‘invita’ al Turiturini achachila.
LO POLÍTICO, ESPIRITUAL Y COMUNAL
Las nuevas autoridades sarxatirinaka <entrantes> no solamente eran infundidos con el ajayu de los wak’a achachilas, cuando los ‘soldados’ que han ido a quemar las mesas a los otros wak’as de la comunidad —como son: Salla (el cabildo de la cordillera), Plazuela (de la pampa), Santa Isabel Titiri u otros— vuelven y lo reprenden, sino que con esa autoridad investida —y además de la fiesta comunal, del día siguiente, con comidas, bebida, akhulli y libaciones— ejercían con esmero y cuidado todas las funciones del gobierno de la comunidad.
Diríamos que la a voluntad, las intenciones, los propósitos, eran como disposiciones dirigidas por el compromiso asumido en el ritual. La unidad, el jiwasa, era sostenido por el poder los wak’a. De esa manera los achachilas podían expresarse en las ‘sillas’ —la mesa de piedra, para akhulli, en el hogar de las autoridades— donde se reunían todos; de ahí que el Maestro nos puede decir que sapa uta sillanpï utjäna, ukan suma arunakay apst’apxänxa, wali sumänay <en cada silla de casa pues había, en ahí sacaban buenas palabras pues, era muy bueno>.
Pero en los últimos años, dice el Maestro, janipï comunidadax akar waqaychxitixa <la comunidad aquí ya no pues valora/alaba>, las autoridades ya olvidaron invitar a Turiturini achachila, no se recuerdan de las fechas tradicionales. Entonces por eso sobreviene los individualismos, divisionismos, las dudas, los incumplimientos, personalismos… la gente purap chuymanikjamkï tukxixa, contraki <como titubeante nomas ya termina, contra nomas>. ‘Purap chuyma’ expresa que uno puede querer una cosas pero también otra cosa; ya no es ‘corazón completo’.
Una exautoridad menciona también un problema de fondo: religionaw t’aqanuqapxitu <la religión nos divide>, pues esas ‘rupturas’ comunales estarían causadas por las agrupaciones evangélicas —que han censurado como ‘diablos’ a los wak’a achachilas. Otros mencionan el ingreso de los partidos políticos, incluso los ‘arrojos’ de las asociaciones productivas.
Aún así, lo espiritual, la ch’alla y el ofrecer las mesitas a los wak’a achachilas de la comunidad sigue practicándose en el ayuno de todos los comunarios, cada 4 de diciembre, que lo realizan los mallkus salientes.
Buenísimo.
Siempre hay algo que aprender cada día.
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