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La Huella del Inca: entre la piedra, la historia y la incredulidad

En el corazón del altiplano boliviano, en la comunidad de Sullkatiti Lahuacollo del municipio de Jesús de Machaca, Provincia Ingavi (La Paz – Bolivia), existe un vestigio que ha sido fuente de orgullo, misterio y, más recientemente, de controversia: La Huella del Inca. Para algunos, es una prueba incómoda. Para otros, una invención absurda. Pero para la comunidad que la resguarda, es algo mucho más profundo: una Wak’a, una deidad viva de la tierra que guarda la memoria de los antiguos.

El hallazgo que incomodó

Fue descubierta por los propios comunarios hace muchos años atrás y analizada en la gestión 2008 por un equipo multidisciplinario de investigadores. A diferencia de lo que muchos creen o afirman sin conocer, la huella fue objeto de un informe antropológico y podológico que determinó que la forma, estructura y presión coinciden con un pie humano izquierdo, de aproximadamente 29,5 cm de longitud, perteneciente a un individuo de estatura promedio de 1.70 m, robusto, erguido. La roca donde se halla la marca es de origen sedimentario, con una datación geológica estimada entre 5 y 15 millones de años, lo que la convierte en un enigma científico.

No estamos hablando de una suposición ni de un mito local sin fundamentos. Existen documentos técnicos y evidencias fotográficas. Yo mismo (Román Pairumani Ajacopa) vi con mis propios ojos la huella in situ en la gestión 2008, cuando aún estaba colocada en su sitio original, protegida con un cerco rústico en la montaña.

El robo que nadie quiso investigar

En algún punto entre 2011 y 2012, la huella desapareció. El bloque fue retirado del lugar sin autorización y sin dejar rastro oficial. Los comunarios denunciaron el robo ante la Policía Fronteriza de Kalla Baja y al Gobierno Municipal, pero la falta de acción y seguimiento hizo que el caso cayera en el olvido. Por años, la huella estuvo perdida.

La recuperación olvidada

Finalmente, se recuperó la huella en la gestión 2016, se gestionó de la devolución, mismo se concretó el 28 de diciembre de 2017, mismo se realizó mediante la Cancillería del Estado Plurinacional de Bolivia, quien en un acto protocolar devolvió la huella a la comunidad de Sullkatiti Lahuacollo. La emoción fue inmensa, pero no sin tristeza: la huella se encontraba deteriorada, probablemente porque durante el robo se intentó hacer un molde o réplica usando químicos o pintura, lo que alteró parte de su forma original.

Por esa razón, la huella no ha sido devuelta a su ubicación original en la montaña. La comunidad, por protección y por respeto, ha decidido resguardarla en un espacio seguro, y la honra como una Wak’a, una entidad sagrada, símbolo de conexión con sus ancestros y con la Pachamama.

¿Solo una huella?

No. En el mismo cerro donde fue hallada la huella, existen fósiles de plantas marinas petrificadas y otros elementos geológicos sorprendentes, que demuestran que ese espacio fue alguna vez parte de un ecosistema completamente distinto. Esto exige una investigación seria, multidisciplinaria y responsable, no burlas ni ataques desde la ignorancia.

Ciencia, no sarcasmo

En los últimos días, diversos comentarios en redes sociales se han burlado del hallazgo con frases como “ojotas petrificadas”, “feria de Alasitas”, “sandalias del Mallku”, e incluso insultos racistas contra el pueblo boliviano. Pero la ciencia no se hace con risas ni con memes, sino con estudios, con rigor y con respeto a la duda honesta.

Cuestionar es válido. Investigar es necesario. Reírse por no comprender, no lo es. Y peor aún, negar una evidencia sin haberla visto, leído ni analizado, solo porque incomoda los dogmas preestablecidos, es cerrar la puerta a lo que toda buena ciencia debe permitir: el asombro.


En resumen:

  • La Huella del Inca existe. Fue hallada hace muchos años atrás y documentada en 2008.

  • Cuenta con informe podológico y antropológico que respalda su morfología humana.

  • Fue robada entre 2011–2012 y recuperada en 2016, devuelta oficialmente en 2017.

  • Actualmente está protegida por la comunidad de Sullkatiti Lahuacollo, que la considera una Wak’a.

  • El sitio del hallazgo contiene otros elementos paleontológicos que ameritan una investigación seria.

  • Burlarse de un patrimonio sin conocerlo no es escepticismo, es ignorancia disfrazada de ironía.


Un llamado al respeto y a la ciencia

Los pueblos originarios no necesitan el permiso de la ciencia occidental para validar su historia, pero la ciencia sí necesita humildad para mirar más allá de sus mapas y cronologías oficiales. La Huella del Inca está ahí. Tal vez no sea la más antigua del mundo, ni la prueba definitiva de otra historia humana, pero es un símbolo de algo más profundo: la memoria de un pueblo que aún resiste entre la piedra, la montaña y la verdad no dicha.

“No hay futuro sin memoria. No hay memoria sin respeto.”

Román Pairumani Ajacopa
Investigador, comunario y testigo presencial

Roman Pairumani Ajacopa

Apasionado de la cultura y el idioma aymara.

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Roman Pairumani Ajacopa

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