Si partimos de wiñaya <eternidad> entendemos que el tiempo no es una sucesión de momentos que avanza, sino una presencia constante, la simultaneidad de todos los tiempos —la raíz es wiña <coetáneo>, que no es precisamente la edad comparable (mita) de alguien, sino más bien expresa que existe a la misma vez. Tampoco existía la noción de avance en el sentido de “pasar” o quedar en el pasado: el “dejar de ser” es cambio de estado, pero no es desaparición.
En aymara el presente es jichha <ahora> —diferente de aka pacha <este tiempo> o el préstamo akärsa <esta hora>— que es el lapso de la vivencia y acción actuales o la ocasión para hacer (luraña); pero jichha <recién> comprende lo anterior cercano en progresión (como al decir jichhaw luraski <recién está haciendo>), como también lo posterior próximo: añchhita <ahorita> o el instante inmediato subsiguiente.
Podríamos decir que —para evocar el griego— en aymara, si bien están el aidion <eternidad> y el Kairós <oportunidad>, es diferente el aión <instante> y no hay el chrónos <sucesión>.
El jichha es el momento del actuar, de caminar. Y para andar (saraña), hay que mirar espacialmente khuys aksa <ese lado y este lado> y temporalmente qhip nayra <atrás y adelante>. Pero ¿cuál es el lugar de los tiempos ante el sujeto?, es decir, ¿de qué modos se está orientado, ubicado e inmerso en el tiempo? Habría tres modelos:
a) En el modelo deíctico, lo que se ve es lo que se ha vivido, el pasado está adelante; de ahí que nayra <ojo> sea también lo que pasó <antes>, el tiempo antiguo y <adelante, primero>; en cambio el futuro está atrás, no se ve: el qhipa <detrás> es lo que viene <después>, el tiempo por venir que está a la espalda (como qhipüru <día atrás>, mañana).
b) En el modelo relativo, el antes o el después se ubica en los intervalos temporales y el sujeto puede mirar (uñtaña) en ambas direcciones; no se va siempre de espaldas al futuro ni se regresa solo al pasado (como viniendo del futuro) —por eso nayrar sarantaskakma <siga adelante> (al felicitar) no expresa que vaya/vuelva al pasado, y nayrt’aña es <ir hacia adelante>, no atrás. El tiempo que viene ( jutïri ) puede estar adelante.
c) En el modelo de movimiento, el tiempo-espacio es envolvente: como recorrido temporal es retorno cíclico, es kuti <vuelta> —de ahí que pacha kuti sea <vuelta del mundo>—, y como ocupación espacial es rotación, muyu <giro, circulación>.
Con los sufijos derivativos y aspectuales es claro que kuti (y muyu) no es solo <repetir invertidamente>, sino que hay múltiples formas de retorno: kutxataña <regresar sobre lo venido>, kutjaña <doblar (a otro lado)>, kutitataña <recuperar>, kuttaña <tornar arriba>, kutkataña <contestar>, kutt’aña <apegarse al regreso>, kutiyaña <devolver>, kutiniña <volver (después de haber ido)>, etc.
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