No se cree; se sabe

Si consideramos el conocimiento como “creencia verdadera justificada”, cabe resaltar que en aymara no hay un léxico equivalente a creencia, como aceptación, duda despejada o disposición. Tampoco fe o confianza, porque no hay ‘intencionalidad’ —la conciencia que se dirige a algo o el mentar acerca de una cosa del mundo.

Entonces el conocer no sería una vivencia subjetiva de representar sino un ACTO cognitivo acreditado en la comunidad, no una disposición interna sino un estado objetivo del sujeto interactuando con el entorno (mostrando que sabe).

La vinculación entre el sujeto y lo que sabe (proposición) no es solo mental sino enacción (corporal), una habilidad de responder a la proposición implicada. Las creencias son hábitos de acción o atribuciones que permiten predecir y retrodecir comportamientos (Rorty, 1996, p. 132). El saber es hacer: el ‘saber cómo’ posibilita el ‘saber que’.

Lo que sí existe es el ex profeso aliqa-ta <a propósito> o amanu <adrede>, pero “sin motivo”. También la expectativa o esperanza: suyaña <esperar>, y el miedo: axsaraña <temer>. Por ello, p.e. bien se afirma jutiwa <viene> o bien se niega janiw jutkiti <no viene> o se aguarda jutañap suytha <espero su venida>, pero no se expresa “creo que viene” o “no creo que venga”; a menos que se lo diga en modo potencial jutaspa <vendría>, inferencial jutpacha <seguramente viene>, apariencia jutasmachi <parece que viene>, dubitativo jutchi <quizás viene> o desconfianza jutkani <qué va venir>.

Algo cercano es iyaw saña /decir sí/ —que Bertonio tradujo como creer—, pero es <asentir, aceptar> una petición. El diccionario registra iniña <creer>, pero está en desuso, no se oyen voces como nayax inthwa. Por eso es también difícil expresar en aymara conceptos como intención, responsabilidad, voluntad, introspección, sentimiento, etc., porque están basados en el mito de la interioridad, que Apel criticó como “filosofía de la conciencia”, de la reflexión o la subjetividad. En aymara no sería admisible algo como ‘ingresar dentro de uno mismo’; el sufijo reflexivo (-si) indica que una acción puede ser de regreso: de dirigirse a otro para volver a aplicarse a uno, para-sí.

Para entender por qué no aparece la noción de creencia se puede revisar la filosofía de la mente: se abandonó la idea de que la mente es otra sustancia y se acepta el materialismo, aunque no sea reducible al cerebro físico. Es decir, el ego cogito cartesiano es una construcción moderna que localizó el pensar como algo interno al individuo (que duda o está seguro) —ideando la conciencia como un teatro privado, con puntos de vista inaccesibles—; además de que lo redujo como intelecto (que conoce, razona y controla).

En cambio, desde la sabiduría del chuyma, diríamos que la conciencia emerge de la unión del p’iqi <cabeza> y el chuyma <corazón>, es la síntesis del equilibrio entre la inteligencia lógica (astucia) y la afectividad (comunión). La “conciencia es un estado mental en el que se tiene conocimiento de la propia existencia y de la existencia del entorno”, que es dirigida por el “sí mismo” y le es inherente los sentimientos o las emociones empáticas (Damasio, 2015).

La mente puede ser concebida no como un sitio interno de imágenes sino como las inteligencias puestas en práctica; pudiendo además estar extendida, corporizada o distribuida. Y ¿cuáles son los tipos de inteligencia en el aymara? La capacidad o habilidad de resolver problemas, producir, adaptarse y alcanzar éxito, está asociada a la agilidad, dedicación y vivacidad del sujeto, expresada en las siguientes cualidades: i) ser tuji <curioso(a) e inquieto(a)>, ser husmeador, atento, prolijo, meticuloso, estar alerta y listo ante los sucesos; ii) ser q’apha <activo, animoso>, proceder con presteza, diligencia, prontitud —lo contrario de ser flojo, lento (tarma) y dejativo—, obrar con esmero y constancia; iii) ser ch’ikhi <inteligente, ingenioso>, siendo hábil en aprender, perspicaz en comprender, sagaz en razonar, versátil en hacer conexiones y con buen discernimiento en el juicio; iv) ser p’ikhu <instruido y contento>, ser ilustrado, memorioso, saber de todo como un erudito y tener alegría para compartirlo.

 


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