¿VISIONES DE FUTURO EN AYMARA?

Concepción del tiempo y cambio social en El Alto

Es habitual escuchar que la gente exprese sus anhelos en la vida con términos como “superación”, “adelanto”, “logros”… buscando el “progreso” de su familia y de la ciudad; que los intelectuales nombrarán como “modernización”. Evidentemente está latente la concepción moderna del tiempo, lineal y ascendente; de ahí que sea normal buscar “visiones de futuro” al momento de proyectar escenarios futuros para la ciudad.

El Alto es una ciudad aymara. Por lo que nos podemos preguntar si ya se ha perdido la concepción aymara del tiempo. El tiempo no es una línea progresiva hacia el futuro (que deja el pasado); el sentido del tiempoespacio es circular, de retornos cíclicos (de kuti y muyu), en el que el pasado está delante (nayra) y el futuro atrás (qhipa). Por tanto, no se ve el futuro, sino la experiencia del pasado.

¿El aymara actual ya no mira el pasado, nayra <ojo>, sino que ahora ve el futuro, qhipa <detrás>?

Recordemos que la Modernidad es ACELERACIÓN, se estabiliza en modo del incremento (Hartmut Rosa); por ejemplo, las relaciones familiares y laborales “han pasado de un ritmo intergeneracional en la sociedad moderna temprana a un ritmo generacional en la modernidad clásica, y a un ritmo intrageneracional en la modernidad tardía”. Todo empujado por el crecimiento económico, innovación tecnológica, celeridad social, dinamización cultural… Pero la aceleración social es una fuerza totalitaria, la velocidad aliena.

Pareciera que el sentido común cambió sobre el tiempo. La máxima de presteza, janiw inakt’añati <no hay que quedar sin hacer nada>, con el castellano se ha vuelto en tiempo cronometrado: janiw timpu pirtiñati <no hay que perder tiempo>. En la actividad económica cotidianamente se dice “hay que hacer crecer el capital”, “no hay que hacer dormir la mercadería”, “estas perdiendo plata” (cualquier oportunidad es para ganar), etc.

¿Cómo se entendería el ‘mirar adelante’ en décadas pasadas? Una recomendación que se hacía a las autoridades de la comunidad era maysarukiraki irpasipkitasma, nayraqataruw sum irpapxitäta <cuidado que nos guíes a otro lado nomas, hacia adelante bien nos vas a llevar>. Era criticable el desviarse, y lo de adelante refería a achilan sarawipa <el andar del abuelo>. Lo que se hacía era lo acostumbrado, entonces uno decía ukham jichukirakïthwa <así habituado también estoy>.

¿Se puede mirar atrás, visualizar lo posterior? Para andar (sarnaqaña), hay que mirar espacialmente khuys aksa <ese lado y este lado> y temporalmente ver QHIP NAYRA <atrás y adelante>, esto es ver cómo se comportaba antes la gente (nayra) para prever cómo en el futuro (qhipa) se tendría que actuar, por ejemplo los hijos. No solo se puede ‘ver’, prever, el porvenir, sino también se puede amtaña <recordar/acordar> el pasado y el futuro. Entonces, en la actualidad, puede estar presente lo ancestral al mismo tiempo que lo nuevo. La tensión estaría si esta modernidad extranjera nos termina desvinculando (nos occidentalizamos) o la modernización ocurre desde la aymaridad.

De ese modo, el Pachakuti no sería el “fin del mundo” como significaba en la colonia, y ya tampoco el retorno de lo mismo, sino con nuevos aprendizajes. En el modelo de movimiento, el tiempo-espacio es envolvente: como recorrido temporal es retorno cíclico, es kuti <vuelta> —de ahí que pacha kuti sea <vuelta del mundo>—, y como ocupación espacial es rotación, muyu <giro, circulación>. Con los sufijos derivativos y aspectuales es claro que kuti (y muyu) no es solo ‘repetir invertidamente’, sino que hay múltiples formas de retorno: kutxataña <regresar sobre lo venido>, kutjaña <doblar (a otro lado)>, kutitataña <recuperar (revivir)>, kuttaña <iniciar vuelta>, kutkataña <contestar>, kutt’aña <apegarse al regreso>, kutiyaña <devolver>, kutiniña <ir y volver>, etc.

En Europa se concibió el conato o la persistencia del ser (de la materia y del alma) como apetito, y el empeño de existir o resistencia a la autodestrucción como avance hacia la perfección (mejoría e incremento). La voluntad de vivir se entendió no como conservación sino como ambición, avidez, como obstinación por el crecimiento (en poder, en recursos…). Pero es de notar que en aymara no haya equivalentes de persistir, conservar, permanecer, resistir o codiciar; sino más bien ‘existir’ (utjaña), ‘guardar, ocultar’ (imaña), ‘estar en mismo sitio’ (pachpankaña), ‘engrosar firme’ (thurt’aña), ‘esforzar’ (ch’amt’aña) o ‘querer’ (munaña); así como también que la acumulación material (tantaña <reunir>) debe detenerse ante la demasía (ancha) y redistribuirse con aumento (yapa). El incremento, el munañani <déspota>, el munachi <ambicioso>, el juk’ampi <más>, puede regularse con el ASKI <favorable>, lo que es corregido, conforme y útil (como las condiciones propicias del entorno), que provee un beneficio por sobre lo habido —no tanto como ‘recompensa’ sino como ‘esperanza’, menos como ‘maximización del goce’—, que conviene al ‘interés’ general o que rectifica, repara alguna falencia y se dirige a lo debido.


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