La temporalidad del suceso cognitivo es diferente en aymara. El tiempo no es una línea progresiva hacia el futuro (que deja el pasado); el sentido del tiempoespacio es circular —la época y lugar en-vuelven—, son retornos cíclicos (de kuti y muyu), en el que el pasado está delante (nayra) y el futuro atrás (qhipa); aunque también el sujeto puede mirar en ambas direcciones.
Entonces el esquema no es sabrás-sabes-sabías, sino yatitätawa-yatiyätawa-yattawa-yatïtawa, donde el remoto lejano ya no se ve (se sabe por palabra, de oídas), el remoto cercano se recuerda (por experiencia), el pasado inmediato se ve junto al presente (jichha), el ahora con el instante subsiguiente puede extasiar (muspaña), y el futuro que está por venir atrás se sabrá recién, pero puede despabilar (p’arxtaña) y se lo puede pensar (lup’iña).
Además, el tiempo transcurrido retorna —entonces lo que se sabrá será lo que ya se sabía— tal como el espacio también nos circunda —aquí, ahí, allá y más allá.
Puesto que solo se ve el pasado y se sabe (yatiña) lo que se ha aprendido al hacer (luraña), para caminar hacia ‘adelante’ (donde aún no se ha dado pasos) hay que andar con amuyu <prudencia> o entendimiento del futuro (qhipa).