Ver en aymara

Hacer viendo, crear viendo

La observación —además de que es una mirada despierta, un registro ocular, también una interpretación de lo percibido, aplicando conocimientos previos, y de que es una relación afectiva— es constructiva.

Así como el escuchar no consiste en oír un puro ruido confuso sino en reconocer sonidos de algo o alguien definidos, la observación también elabora juicios sobre el O percibido, lo conceptualiza (ve las cosas como ‘siendo de tal o cual manera’), incluso constituye lo visto, la experiencia visual es una elaboración subjetiva de la objetividad, el ojo ve, la persona ve el hecho —el mundo obrado—, pero mira para hacerlo, para aprender CÓMO SE LO HACE.

El ver no solo es recibir; es dar, uñjaña es <encontrar (lo visto)>. Por ejemplo al estar charlando con alguien y contemplar lo que está alistando (digamos un amarro) para embolsar las papas (en un futuro), una joven puede decir kustal jinchucha nayraja uñjchixa <mi ojo ha visto la oreja (esquina) del costal>; pero no quiere decir solo que ha percibido el objeto (la esquina bordada del costal) sino el cómo se hace esa jinchucha, esto es: en la forma y materia ha visto y entendido cómo es que mismitamp k’ant’asaw ch’ukxataña <con trenzado de hebra gruesa (torcelado de lana de llama) hay que coser encima>.

Con lo que —se puede concluir— la cualidad posible del mundo se realiza en hechos concretos (en cómo está hecho según los perceptores); además lo real es efecto del nombrar —lo que es, se dice de muchas maneras—, el lenguaje abre el mundo. El lenguaje no reporta ‘lo dado’, instituye la realidad, pues categoriza los objetos que existen en nuestro mundo, el léxico conceptualiza el campo perceptual. Tanto la sensación (neuronal) como la percepción (interpretación) ocurre a través de los significados culturales: vemos u oímos “a través del idioma que hablamos” (Mendoza, 2015: 81).

Asimismo, la vista es CREADORA, la acción de ver produce estados de cosas; como lo que sucede en afecciones como el larpha <anemia>, por haber visto animales muertos.

Un ixwa <encargo> dice que asirux larphiriw janiw wawarux uñstayañati <la víbora ‘sabe’ dar larpha, no hay que hacer aparecer al niño(a)>; porque el niño que se enferma con larpha es tixilu <(muy) flaquito>, la piel oscurece, incluso suchuptxiriwa <ya sabe volverse inválido> y mudo. No obstante, el larphiri es la víbora y el larphata es el niño; pero no es la víbora en sí —o el perro muerto, la gallina muerta o el cadáver humano— sino la víbora o cadáver visto por el niño o por la madre gestante o lactante, es la acción de ver que activa la propiedad (de ser larphiri) y hace receptor de la enfermedad al niño (que llega a estar larphata), habiendo una especie de transferencia de propiedades de un sujeto a otro sujeto.

En contraposición, no solo el ver tiene efectos sino que el no-ver también, el abstenerse puede evitar situaciones no deseadas o fatales.

Por ejemplo cuando a una o varias personas les llegó el rayo —se dice que con el lliju lliju llega la gloria bala, una esfera metálica que parte la roca, perfora el terreno o rompe el cuerpo— y por ello están agonizando; en tal caso no se les debe ver (ni siquiera el perro tiene que verlas), porque en vez de sobrevivir (milagrusiriwa <‘saben’ salvarse por milagro>) pueden morir en el acto. Lo que se debe hacer es ir a llamar al yatiri que es rayun purita <llegado por el rayo>, quien va poder socorrerlos [comunicación personal con Narcisa Ajacopa].

 


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